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Desde mediados del año pasado, hemos visto sucederse una serie de argumentos en torno a la construcción de un tren rápido entre Santiago y Valparaíso, propuesta liderada por el consorcio integrado por China Railways Group Limited (CREC) y el grupo nacional Sigdo Koppers (a través del consorcio TVS). Lejos de la polémica suscitada respecto al mejor marco legal que debiera utilizarse para su construcción, resulta totalmente evidente la necesidad de avanzar en generar las mayores condiciones posibles para que un proyecto que busque unir a ambas ciudades por vía férrea se concrete en el mediano plazo. No cabe duda que el creciente número de carga y de pasajeros comienza poco a poco a desbordar la conexión existente entre Santiago y Valparaíso, por lo que la ejecución de una infraestructura ferroviaria de estas características representaría un beneficio de índole nacional.

Como Presidente de la Cámara Chileno China de Comercio Industria y Turismo, CHICIT, saludamos la participación de una empresa china en la génesis de esta propuesta, puesto que no podemos sino que corroborar el excelente nivel de desarrollo y de adelanto tecnológico que el país asiático exhibe en materia ferroviaria. A principios de año, el director general de la Corporación de Ferrocarriles de China manifestó que se esperan construir 4 mil kilómetros de nuevas líneas durante el 2018, de los cuales 3.500 serían usados por transporte de alta velocidad. De esta manera, se estima que a mediados de la próxima década, China pasará de los actuales 127 mil kilómetros de perímetro ferroviario a un total de 175 mil kilómetros, casi un cuarto de ellos correspondiente a líneas de alta velocidad.

Desde 1990 que China inició una profunda transformación de su sistema ferroviario, con el acento puesto en los trenes de alta velocidad. Su primer fruto llegó 13 años más tarde, el 12 de octubre de 2003, fecha en que se inauguró la primera línea de este tipo entre las localidades de Qinhuangdao y Shenyang, con una extensión de 405 kilómetros, para ser recorridos a 250 km/h. A partir de ese momento, la infraestructura y la tecnología asociada no ha dejado de evolucionar, al punto que en septiembre pasado, algunos de los trenes bala chinos -por ejemplo el que une Beijing y Shanghai- aumentaron su velocidad máxima de 300 a 350 km/h, con lo que la alta velocidad del país asiático continúa siendo la más rápida del mundo, superando los 320 km/h de las redes de Francia o Japón y los 310 km/h alcanzados en España.

Desde hace bastante tiempo que las condiciones geográficas de Chile reclaman por una adecuada y moderna planificación ferroviaria, que por múltiples motivos no ha llegado a concretarse. Es de esperar, entonces, que la futura ejecución del proyecto de un tren rápido Santiago-Valparaíso sea el puntapié inicial para que este verdadero anhelo nacional comience a hacerse realidad. China tiene un importante camino recorrido en la materia y puede convertirse en un potente y fiable aliado. Según el índice de competitividad 2017 del Foro Económico Mundial, en su componente de infraestructura ferroviaria, el país asiático ocupa el lugar 17 entre 137 países, mientras que Chile se ubica en el puesto 74.