SANTIAGO, 4 may (DF) — Las dos primeras semanas de octubre pasado, Luis Felipe Gazitúa estuvo en una pieza oscura, aislado de los ruidos y las luces. Todo por culpa de una herida muy pequeña que se hizo en la mano arreglando un riego el fin de semana. El corte sanó rápidamente, pero empezaron unos dolores de cuello y cabeza intensos. El presidente de CMPC se acordó de sus abuelos que le advertían del tétano -una infección sumamente peligrosa que generaciones anteriores a las vacunas tenían presente- y reconoce que googleó los síntomas, “algo que sé que no hay que hacer, pero que en este caso sirvió”. Tuvo suerte de llegar a tiempo a un tratamiento y hoy lo recuerda como un trance difícil, pero de reflexión.
Volvió justo antes de los ataques al Metro el 18 de octubre. Y luego, de cabeza a enfrentar la crisis sanitaria.
Ahora está de vuelta en su casa, en modalidad de teletrabajo desde el 14 de marzo, al igual que 4 mil trabajadores de la empresa que preside. Los restantes -en total los empleados directos son 18 mil y si se suman los contratistas, llegan a los 36 mil- han habilitado turnos más largos y descansos también más prolongados para reducir la posibilidad de contagio. No han parado. Su área de tissue es considerada empresa esencial y las cajas son clave para la alimentación.
“Leí hace unos días un artículo en The Guardian donde los columnistas defendían la necesidad del aporte social de las empresas para enfrentar esta pandemia y aludían a un reciente debate en el World Economic Forum, donde el historiador alemán Rutger Bregman abogó por subir impuestos en lugar de fomentar estas ayudas. No puedo estar más en desacuerdo con eso”.
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