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SANTIAGO, 20 jul (El Mercurio/Editorial) — En la medida en que China incrementa su poderío, influencia y exposición en el mundo, inevitablemente queda expuesta a tensiones y obligada a desplegar una diplomacia más activa.

El aumento en los intereses de esa potencia en nuestro país se evidencia en una misión diplomática de sobre veinte diplomáticos acreditados -aunque ligeramente menor a la de EEUU en Santiago-, con un embajador eficaz, que a veces ha dejado de lado la circunspección de sus antecesores, polemizando con políticos chilenos o también interviniendo visiblemente en favor de empresas de su país, la mayoría estatales o relacionadas directamente con el Partido Comunista de China, base de su régimen político, militar y económico.

La notoriedad del plenipotenciario chino en la capital resulta favorecida por la vacancia de embajador de EEUU en Chile, la que se ha prolongado por sobre año y medio, más un futuro cercano indeterminado, algo sin precedentes, por lo menos durante cincuenta años y tal vez más.

Este panorama nacional bilateral con China porbablemente no sea ajeno a lo que está ocurriendo en el resto del mundo, por el vacío global dejado por EEUU.

Aunque distantes, no podemos ignorar las repercusiones en la diplomacia china de la multiplicidad de tensiones internacionales que le corresponde descomprimir. Parte de estas son desencadenadas por el crecimiento de su economía, el impacto de sus formidables excedentes comerciales y la competencia de sus tecnologías. También genera fricciones la colisión de sus valores con los de las democracias y con el respeto de los derechos humanos, cuestión subyacente a los conflictos generados por sus políticas de seguridad en Hong Kong. Otra área compleja son sus reivindicaciones territoriales sobre Taiwán y otras islas, sus reclamos marítimos en el Mar del Sur de China y los recientes conflictos armados fronterizos con Bután y la India. Se agregan las disputas originadas por su propia interpretación de la propiedad industrial e intelectual, y de las reglas del comercio internacional. Más recientemente se ha sumado a todo ello la discusión por sus responsabilidades en el origen y gestión de la actual pandemia.

El cuidado de la imagen de China y sus intereses en el exterior es una legítima prioridad de su gobierno que no es objetable por ningún país mientras mientras se ejerza acorde con el derecho internacional y el recíproco respeto, y sin interferencias en los asuntos propios de la soberanía interna de las naciones. En este marco se desarrollan las fructíferas y densas relaciones bilaterales de Chile y China, al margen de lo que está ocurriendo en otras latitudes.