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El lento pero sostenido proceso de modernización que China ha venido desplegando desde hace casi cuatro décadas no está exento de suspicacias. De cuando en cuando, los medios de comunicación nos recuerdan que no son pocos los que aún creen en la caricatura de una China imperial apoderándose del mundo. Esta vez fue el turno de la Cámara de Comercio de la Unión Europea en China, la que a principios de marzo presentó un informe advirtiendo de las supuestas tácticas chinas para consolidar su predominio en las nuevas áreas de la economía. El documento, titulado: “China 2025: poniendo la política industrial antes que las fuerzas del mercado”, asegura que el país asiático está utilizando la intervención estatal para inclinar la balanza a favor de su propio desarrollo.

Efectivamente, China ya no sólo busca ser reconocida como la fábrica del mundo, sino que ha comenzado a invertir fuertemente en alta tecnología, dentro y fuera de su territorio, en los sectores más dinámicos de la industria. Es comprensible entonces, que dicho proceso inquiete a algunos de sus más férreos competidores, sobre todo cuando hay puestos sobre la mesa US$300 mil millones. En mayo de 2015, el presidente Xi Jinping anunció la entrada en vigor del proyecto ‘Hecho en China 2025’, el cual fija diversas tareas para la industria manufacturera como el impulso a la innovación, el fortalecimiento de las marcas nacionales o la manufactura orientada a los servicios. La iniciativa busca, en el fondo, elevar el contenido doméstico de su manufactura, la que en su mayor parte va destinada a su mercado interno.

Según datos de la OCDE, menos de una cuarta parte del valor agregado por el sector manufacturero de China, está destinado a los mercados extranjeros; mientras que el contenido extranjero, en los bienes producidos en China, sólo representa el 10 por ciento de lo consumido finalmente en el país. China sigue siendo el mayor fabricante del planeta, pero gran parte de lo que hace se queda y consume en casa.

Si China busca dar un salto en el tema de la innovación no es tanto para lograr un predominio planetario, sino más bien para reducir su vulnerabilidad frente a una posible interrupción de las cadenas de suministro global. Las autoridades del país asiático continuamente han explicitado sus planes de desarrollo y procurado seguirlos de manera responsable; al punto que no ha existido foro ni encuentro multilateral en donde China no haya expresado su compromiso con la apertura y cooperación.