En la década de 1940, Mao Zedong dirigió la revolución comunista que creó el estado chino contemporáneo. A fines de la década de 1970, su sucesor, Deng Xiaoping, puso en marcha una segunda revolución, que produjo el milagro económico de China. Ahora, el actual presidente Xi Jinping ha lanzado una tercera revolución. No solo ha ralentizado, y, en muchos casos, invertido, el proceso de “reforma y apertura” puesto en marcha por Deng, sino que también ha buscado avanzar los principios de esta nueva China en el escenario global. Además, en un movimiento sorprendente realizado en marzo, el gobierno eliminó la disposición constitucional que limita al presidente a dos mandatos, lo que le permite a Xi servir como presidente de por vida. Por primera vez, China es un estado antiliberal que busca el liderazgo en un orden mundial liberal. No hay excusa ahora para que los Estados Unidos no respondan en términos igualmente inequívocos.
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