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SANTIAGO, 14 abr (El Mercurio) — Entre las tensiones comerciales y las disputas por la libre navegación en el Mar del Sur, un nuevo frente entre Washington y Beijing tiene como protagonista a una empresa privada: la gigante china de telecomunicaciones Huawei, cuyo meteórico crecimiento en el mercado de la tecnología no solo inquieta a firmas como Nokia, Apple y Samsung, sino también a gobiernos y funcionarios de inteligencia occidentales, por sus estrechos vínculos con el régimen comunista de la segunda economía del globo.

La compañía con sede en Shenzhen (en el sureste de China) -que, según su sitio web, opera en más de 170 países y emplea a unas 180.000 personas- ya se ha transformado en el primer productor de equipos de telecomunicaciones, el segundo fabricante de teléfonos inteligentes, y además ha obtenido la mayoría de los contratos para desarrollar el 5G en el mundo. Es el emblema de la internacionalización de las empresas chinas.

Esos avances preocupan a EE.UU. y a varios de sus aliados, que dicen que el gobierno chino podría usar “puertas traseras”, accesos ocultos a un software o hardware , en los equipos de Huawei, para el espionaje. Y también alertan que Beijing podría ejercer esa actividad a través de las redes de quinta generación de tecnologías de telefonía móvil que desarrolle la compañía, la cual se prevé que con su velocidad (hasta 250 veces más rápida que el 4G) consolide el funcionamiento de la inteligencia artificial o el “internet de las cosas” (aparatos domesticos conectados a la red).

Si bien Huawei es una empresa privada, en la que -según declara- sus dueños son sus propios trabajadores, sus vínculos con el régimen son claros. La compañía fue fundada en 1987 por su actual director ejecutivo, Ren Zhengfei, un militante del Partido Comunista y veterano del cuerpo de ingenieros del Ejercito Popular de Liberación, tras obtener un préstamo de US$ 8,5 millones de un banco estatal.

Con ese impulso, partió con 14 empleados, importando switches , una tecnología básica de conexiones de equipos. Sin embargo, en los años 90, Huawei (cuyo nombre podría traducirse como “logro” o “éxito”) empezó a fabricar sus propios productos, gracias a que Ren realizó importantes inversiones en investigación y desarrollo (I+D).

Uno de sus primeros clientes fue el exempleador de Ren: el ejército, en un contrato de 1993 que le permitió sobresalir. Y en 1996, el gobierno chino -en una idea impulsada por el dueño de la empresa- cambió su política industrial para favorecer a las compañías de telecomunicaciones locales, dejando fuera a competidores foráneos. A partir de allí, comenzó un período de expansión en el país y en mercados en desarrollo, en el que vendió sus productos a precios muy bajos perjudicando a la competencia y ofreció sus servicios, a veces gratis, a organizaciones gubernamentales, según la revista Foreign Policy.

La compañía dio el gran salto hacia Occidente, cuando en 2009 obtuvo contratos para reconstruir y remplazar la red de telefonía móvil de Noruega, dejando a un lado a la sueca Ericsson y a la finlandesa Nokia. Desde ahí su expansión le ha permitido crecer sostenidamente: las ventas el año pasado de Huawei, que no cotiza en la bolsa, fueron de US$ 105.000 millones, 19,5% más que el año anterior.

Disputa geopolítica

El tomar la iniciativa en el desarrollo del 5G, con 30 contratos listos para construir redes, y con una docena más por firmar -según dice la compañía, que aparece como la más avanzada para impulsar esa tecnología-, le ha valido estar en la mira de la administración de Donald Trump, en un nuevo frente con el gobierno de Xi Jinping.

EE.UU. ha excluido a Huawei de su mercado, y aliados como Australia, Nueva Zelandia y Japón lo han seguido con acciones restrictivas para esa compañía. Reino Unido -cuyo regulador advirtió el mes pasado de “serios” riesgos- y Alemania evalúan también poner límites a la empresa, mientras que la Comisión Europea ha dicho que antes de junio aprobará medidas de blindaje frente a Huawei.

Otros países europeos como España, Portugal, Italia y Hungría, además de asiáticos como Malasia, Vietnam y Tailandia, están considerando a Huawei para sus redes 5G.

“EE.UU. ha advertido a sus socios de que si los riesgos son mayores que los beneficios, simplemente dejaremos de compartir información (de inteligencia)”, advirtió recientemente el secretario de Estado, Mike Pompeo, a los países que estén pensando en recurrir a Huawei para el desarrollo del 5G. Las empresas chinas “están intrínsecamente unidas a sus gobiernos, de tal modo que pueden acabar actuando al dictado de ellos”, argumentó el jefe de la diplomacia de EE.UU., que por ahora no ha presentado pruebas que respalden sus sospechas de espionaje.

Los temores norteamericanos, además del eventual espionaje, se explican porque la tecnología de quinta generación se ha transformado en el centro de una disputa geopolítica, por su relevancia: algunos consideran que será “el sistema nervioso central de la economía del siglo XXI”. Y en momentos en que el mundo está más conectado que nunca, los chinos aparecen mejor preparados para desarrollar el 5G, en un campo que antes fue dominado por las potencias tecnológicas tradicionales, lideradas por Washington.

La reacción de EE.UU. “es la mentalidad de un perdedor”, ha afirmado el presidente de turno de la compañía, Guo Ping, que asegura que las acusaciones son en realidad “para reprimir a un competidor tecnológico”. En su defensa, Guo también ha recordado las filtraciones del exanalista de inteligencia Edward Snowden, en 2013, que revelaron cómo la Agencia Nacional de Seguridad de EE.UU. disponía de “puertas traseras” para acceder a servidores de empresas como Facebook, Google y Microsoft.

En tanto, el canciller chino, Wang Yi, ha dicho que las acusaciones de Washington son “anormales e inmorales”.

“Creo que hay riesgos de espionaje, como siempre los hay, pero probablemente no sean tan serios o tan extendidos como muchos dicen. Estoy seguro de que el deseo sobresaliente de Huawei es ganar dinero. Si hubiera espionaje, muy probablemente es aislado y seleccionado cuidadosamente, ciertamente no en todos los dispositivos”, comentó a “El Mercurio” el mayor general (r) de la Fuerza Aérea de EE.UU. y experto en ciberseguridad, Robert H. Latiff, quien recordó que “Reino Unido concluyó recientemente que el equipo que revisaron no fue manipulado, pero que no era de la mejor calidad”. “A los países occidentales les gustaría (prohibirle desarrollar el 5G), pero Huawei ya tiene muchos equipos en el mercado”, añadió Latiff.

Desde el otro lado del Pacífico, Lu Chuanying, experto en ciberseguridad del think tank Shanghai Institutes for International Studies, también coincidió en que hay riesgos porque “cada producto tiene vulnerabilidad”.

“CICSCO, Microsoft, Intel, todos ellos han reportado tales riesgos. Pero si la pregunta es si se deben a que el gobierno chino lo hizo intencionalmente, la respuesta es absolutamente no. Eso es demasiado peligroso, no puede garantizar que otros utilizarán las vulnerabilidades en su contra. Los países occidentales no le temen a Huawei, pero las comunidades de inteligencia como Five Eyes (formada por Australia, Canadá, Nueva Zelandia, Reino Unido y Estados Unidos) temen porque no pueden controlar a Huawei fácilmente, y usar sus productos para recopilar información”, dijo Chuanying a este diario.