SANTIAGO, 23 ene (La Tercera) — Esta semana, China vivirá una de las fiestas más deslumbrantes y masivas del mundo: el Año Nuevo Lunar, y con ella una migración temporal de tres mil millones de personas en toda Asia.
Esta vez, al atochamiento en estaciones de trenes, aeropuertos y hoteles se agrega la inédita epidemia de coronavirus que ya ha causado 17 muertos.
De los 1,3 mil millones de habitantes, los inmigrantes suman apenas un millón, y de ellos, los chilenos apenas pasan los 450. Valentina Basáez es una. Llegó a China en agosto a estudiar un Máster en Derecho en la U. de Beijing, y ha visto cómo aumenta la preocupación. Por las festividades, asegura que la ciudad está vacía. “Hay mucha gente visitando a sus familiares y muy poca gente en las calles”, señala.
Valentina cuenta que el hermético gobierno chino, a diferencia de lo ocurrido en 2003 con el virus Sars, esta vez ha estado más abierto para la entrega de la información. En esa oportunidad las autoridades tardaron en divulgar la noticia -no existían smartphones ni redes sociales-, se censuró a la prensa y se minimizó la gravedad de la enfermedad. Incluso, el alcalde de Beijing y el ministro de Salud debieron renunciar.
En redes sociales como WeChat, TikTok o Instagram, las autoridades de salud están informando y entregando recomendaciones sobre cómo mantener la higiene y cocinar bien los alimentos, también sobre asistencia a estaciones de trenes, buses y aeropuertos.
Marcial Flores, ingeniero civil industrial, vive hace tres años en Hangzhou (ciudad sede de empresas como Alibaba) y cuenta que las universidades recomendaron a través de WeChat no salir si no es absolutamente necesario, así como evitar multitudes. “Las máscaras de protección se están agotando y hay filas en las farmacias. Aunque se usan por la contaminación, estuvimos recorriendo siete locales hasta encontrar la recomendada por el gobierno, que vale entre 20 mil y 25 mil pesos chilenos la caja de 15 unidades. Hay preocupación”, dice.
Camila Vilches vive en el municipio de Tianjin, a poco más de 100 km de Beijing y se dedica a hacer clases de inglés a niños. “Cuando te comentan lo del Sars se genera algo de miedo por ir a trabajar o ir al colegio. He comprado toallas desinfectantes y he visto mucha más gente con máscara que lo habitual”, comenta. “Las mascarillas no son muy cómodas -dan algo de calor- y en la tienda oficial están todos los modelos agotados. Son reutilizables, pero por no más de cuatro días; se puede utilizar en períodos cortos y se usan por la contaminación, o para no contagiar a la gente si estamos enfermos”, explica.
Basáez agrega que la sensación es de tranquilidad: “Ya decodificaron el virus y están trabajando en ello. En general, el ambiente es de ‘una vez ya derrotamos al Sars, así que esto no nos va a vencer’”.