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Por Juan Sutil
Presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, CPC.

SANTIAGO, 29 sep (La Tercera) — Ni las diferencias de realidad, ni el tamaño, ni la distancia han sido impedimento para que Chile y China mantengan una amistad ininterrumpida desde 1970, que se manifiesta en una sólida cooperación en lo político, geográfico, económico, cultural, tecnológico y científico.

Este vínculo ha permitido que el intercambio comercial entre ambos países crezca y se desarrolle a tasas inimaginables y que, respetando la institucionalidad vigente, pueda continuar el camino del crecimiento y desarrollo para sus habitantes. Así, el año 2021 China se afianzó como el principal destino de las exportaciones chilenas, con una participación de 39%. Lo anterior gracias al alza anual de 29% de los envíos al gigante asiático, que incluyen cobre, productos del bosque y papel, alimentos, frutas y un sinnúmero de otros bienes y servicios. También es destacable que, en términos de magnitud, el mayor aumento de monto exportado por nuestro país lo registró China, con un incremento de US$8.172 millones. El mercado chino, además, concentró el 53% de las exportaciones mineras chilenas. Asimismo, China es el principal país de origen de nuestras importaciones, representando el 30%, y el comercio bilateral superó los $64 mil millones en 2021.

Para alcanzar estos resultados, ha sido clave la existencia del Tratado de Libre Comercio entre ambos países, que entró en vigencia en octubre de 2006 y que tuvo un Acuerdo Suplementario de Inversiones, vigente desde 2014. Cabe destacar que Chile fue el primer país en firmar un TLC bilateral con China, demostrando su vocación de apertura comercial y consolidando una relación larga y fructífera.

En el último tiempo, países como Ecuador, Uruguay y Panamá han mostrado su interés en avanzar hacia la suscripción de un tratado de libre comercio con China, siguiendo el camino pionero de Chile. Por otra parte, hace justo un año, China informó al mundo su interés de ingresar al Acuerdo Progresivo e Integral para la Asociación Transpacífica – TPP11, para aprovechar las enormes oportunidades de comercio, integración y progreso que ofrecen los países del Asia Pacífico.

La integración económica y comercial es clave para que los países sigan avanzando hacia un desarrollo integral y sostenible para generar mayor bienestar para sus habitantes. Por ello, cuesta entender por qué la ratificación del TPP11 sigue estancada en nuestro país habiendo pasado ya cuatro años desde su suscripción.

El TPP11 ofrece una serie de oportunidades y beneficios para Chile y no ratificarlo significa inevitablemente perder competitividad. Significa renunciar a ser potencia agrícola, a crear más y mejores empleos y a aumentar nuestras inversiones. Además, quedaríamos fuera del acuerdo más inclusivo que Chile ha firmado, ya que considera en forma prioritaria materias medioambientales, asuntos laborales, de género y un capítulo especial sobre pymes. Cabe señalar también que, desde su puesta en marcha, el TPP11 ha dejado en claro que la soberanía y autonomía de los estados miembros para implementar, perfeccionar y modificar sus leyes, se mantiene intacta.

Nada justifica, por tanto, no avanzar en la firma de este tratado y, una vez que Chile lo ratifique y pase a ser miembro pleno, debiera promover la incorporación de otros países que aspiran a adherir, como China.

Tras una amistad de 50 años, debemos aprender de la visión de largo plazo de nuestro socio chino en materia de globalización, quien ha sido un referente a la hora de detectar las oportunidades y dificultades que hoy enfrentamos en torno a temas tan desafiantes como la revolución tecnológica, la productividad, la seguridad y el comercio electrónico.

Nuestra vocación de país plenamente integrado al mundo, que hemos sostenido y profundizado durante los últimos cuarenta años, debe seguir desarrollándose como lo ha hecho China, de manera que sus frutos continúen mejorando las oportunidades y el progreso para todas las chilenas y chilenos. Junto a ello, es primordial mantener un sistema robusto de reglas permanentes y no discriminatorias, que entregue certezas a los inversionistas y permita seguir afianzando los vínculos entre ambas naciones.