Numerosos estudios internacionales establecen que China es responsable de casi el 25 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Más de tres décadas de crecimiento económico han sacado a millones de personas de la pobreza, pero al mismo tiempo han generado un grave problema de contaminación. Sin embargo, desde comienzos del presente siglo, el país asiático también ha ido adoptando medidas concretas para resolver esta circunstancia, destacándose particularmente su compromiso de introducir mecanismos de mercado en materia medioambiental.
A fines de septiembre pasado, con motivo de su visita a Estados Unidos, el propio presidente chino, Xi Jinping, se encargó de anunciar que China pondrá en marcha hacia el 2017, el que será el programa de compraventa de permisos de contaminación más grande del mundo, superando al de la Unión Europea, el más antiguo a la fecha.
El principio básico de estos esquemas es la fijación de un límite máximo a las emisiones de carbono para un periodo determinado; y la distribución de una cantidad de derechos, que se pueden transar en un mercado. A medida que las emisiones declinan, las empresas pueden adquirir más derechos o bien venderlos; ya que el principal objetivo consiste en estimular la innovación y el desarrollo de tecnologías eficientes.
Hasta ahora, China cuenta con siete mercados piloto regionales, los que incluyen a ciudades como Beijing, Shanghai, Chongqing y Guangzhou; todos los cuales buscan sumar experiencia para dar el gran paso a escala nacional. Una vez que comience a operar el mercado chino, además de superar al europeo, se convertirá en el principal centro de comercio de carbono en Asia y el Pacífico, donde Kazajstán, República de Corea y Nueva Zelanda ya operan mercados similares.
Obviamente, se vislumbran dificultades prácticas debido a la incapacidad de precisar aún cuánta cantidad de carbono produce la economía china en su totalidad; pero las intenciones están claras. Es más, un plan de reforma emitido recientemente por el gobierno, demuestra que Beijing desea ir más lejos que cualquiera, en la introducción de mecanismos de mercado en materia medioambiental. La reforma busca separar la propiedad de todos los recursos naturales, de los derechos de uso; y vender los derechos de uso en el mercado. China avanza definitivamente hacia una nueva realidad.