La incertidumbre sobre las perspectivas económicas de China se mantiene. Por un lado, presenciamos una contracción del sector exportador; y por otro, un sostenido crecimiento del consumo. Por una parte, hay empresas privadas altamente innovadoras y dinámicas. Y al mismo tiempo, un exceso de inversión y capacidad en industrias tales como siderurgia y bienes raíces. Tales características sugieren que la economía china está atravesando una desaceleración accidentada, y no una recesión; y que en el mediano plazo cabe razonablemente esperar un crecimiento moderado, a menos que se profundicen los problemas del sistema financiero. El principal obstáculo de este sector en China es la omnipresencia del control y la propiedad estatal, así como las garantías implícitas de las que están impregnados sus mercados de valores. Todo ello conduce a equívocos en la asignación del capital, la determinación de los precios de riesgo, y contribuye a una cultura de crédito laxa. Considerando la importancia sistémica de China en la economía global, resulta crucial que el gobierno chino eleve la transparencia de su toma de decisiones, especialmente la forma en que comunica sus nuevas medidas.
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