Las cifras de intercambio comercial entre Chile y China durante el año recién pasado no fueron del todo alentadoras. Las exportaciones totalizaron US$16 mil 671 millones, con un descenso de 10% con respecto a los datos de 2014; mientras que las importaciones sumaron US$14 mil 800 millones, con una baja interanual de 2,0%. La ausencia de un análisis contextualizado de estas cifras ha llevado a algunos a sugerir la posibilidad de reorientar nuestro comercio internacional, en circunstancias de que ningún otro destino ofrece las condiciones que actualmente ofrece el país asiático, en términos sólo de demanda potencial.
A pesar de esta desaceleración, China continúa siendo el primer socio comercial de Chile, concentrando el 25 por ciento del total de nuestro comercio exterior. El país asiático se mantiene invariable por delante de Estados Unidos y la Unión Europea; mercados que también experimentaron contracciones importantes.
La desaceleración verificada en el intercambio comercial entre Chile y China se debió fundamentalmente a que la mayoría de los productos mineros, el cobre entre ellos, presentaron variaciones negativas, en relación al año 2014. Si consideramos que más del 40% de las exportaciones mineras de Chile van a parar a China, y que casi el 80% de nuestra canasta exportadora con este país se basa en este tipo de productos; resulta bastante claro dónde está nuestro cuello de botella.
El desafío real radica en seguir diversificando y añadiendo valor a nuestros envíos. Sin ir más lejos, China se enfrenta progresivamente a un grave problema desde el punto de vista de su seguridad alimentaria. De acuerdo con autoridades del sector, el país asiático tuvo un déficit de entre 20 y 25 millones de toneladas entre la cantidad de cereales que produjo y la que consumió en 2015; pese a que la producción total de cereales se incrementó 2,4% interanual, registrando incluso su duodécimo año consecutivo de crecimiento. Es muy probable entonces que esta realidad se replique muy pronto con otros productos agrícolas, en muchos de los cuales Chile puede lograr evidentes ventajas comparativas, en virtud de la calidad del producto chileno, la contra temporada con la producción asiática y un TLC con un arancel de 0%, desde principios de 2016.