Como consecuencia de la crisis financiera mundial de 2008, los gobiernos de los países desarrollados han estado interviniendo activamente en sus economías para apoyar el crecimiento. En este contexto, la política de gestión macroeconómica de China parece haber tenido éxito. Sin embargo, esto también ha traido aparejado una enorme expansión del crédito, que si bien hasta ahora ha sido manejable, se ha transformado en un nuevo lastre. En enero de este año, el presidente Xi Jinping, declaró claramente que los problemas más agudos en la economía estaban del lado de la oferta y llamó a intensificar los esfuerzos para realizar una reforma en esa línea. Dado que el crecimiento económico de China siguió siendo lento, las autoridades del Consejo de Estado, dirigido por el primer ministro, Li Keqiang, recurrieron de nuevo a los estímulos a la demanda, profundizando el problema de fondo. En general, el presidente Xi parece tener una mejor comprensión de la estructura económica y sus implicancias políticas, que el primer ministro Li. La desaceleración económica de China va a continuar, con la economía creciendo alrededor de 6.5 por ciento. Si el crecimiento futuro será hacia arriba o hacia abajo, dependerá del resultado real de las reformas estructurales de la oferta.
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