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La riqueza acumulada de varias generaciones ayudó al auge de la economía mundial durante los últimos 100 años. Sin embargo, este crecimiento explosivo ha llegado a su fin y no se repetirá. Las generaciones nacidas entre 1920 y 1940, se enfrentaron a las inseguridades financieras provocadas por la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Mientras que sus hijos se vieron beneficiados de la frugalidad de sus padres, la sucesión de bienes, y el mayor acceso a la educación profesional. Realidad que se mantuvo firme desde 1960 hasta 1990. Puesto que a partir de esta fecha, sobre todo a principios del nuevo siglo, la expansión anormal de la industria bancaria provocó las denominadas crisis de crédito, afectando a grandes sectores de la población. Hasta la década de 1990, dicho proceso, abrió igualmente oportunidades significativas para China, como una economía de fabricación de bienes y de externalización de puestos de trabajo. Pero la posterior contracción del gasto y la caída en la demanda de exportaciones, terminó igualmente impactando su crecimiento. No es que la economía china se haya ralentizado, causando un efecto global en cadena. La verdad es que las economías occidentales, los clientes de China, se desaceleraron primero y de manera mucho más pronunciada.

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