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Desde 1930, solo ocho selecciones han ganado al menos un Mundial de fútbol. La competencia ha crecido hasta tal punto que dominar las claves de este deporte es un preciado bien por los que las fortunas del mundo están dispuestas a pagar. Y de entre todas las que lo han intentado, China ha comenzado a pisar fuerte. Al frente de las maniobras está su presidente Xi Jinping, cuyo “sueño del fútbol” busca convertir a China en una nación competitiva a nivel internacional, con la vista puesta en organizar un Mundial para 2030 ó 2034. Estos deseos contrastan con la fiebre sufrida por los inversores privados que no han escatimado en gastos millonarios para atraer a jugadores de primer nivel, y que según algunos, pueden generar una peligrosa burbuja económica. Pero comprar estrellas sólo es el plan de las grandes corporaciones. El verdadero salto adelante tiene que ver con la formación del talento local. Para lograr esto, la apuesta por las academias ha sido determinante.

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